miércoles, 8 de noviembre de 2023

El pasajero de Atenea

Y la última alegría literaria, con la que termino esta racha de puesta al día del blog, es "El pasajero de Atenea", relato seleccionado para la primera antología de la escuela phantastica.com y publicada por Ediciones El Transbordador: Historias Phantasticas

Esta publicación me ha dado muchas alegrías, como el participar de forma mucho más activa en el Celsius 232 y en la Hispacon 2023, firmar ejemplares, conocer a mucha gente interesante y, sobre todo, renovar la ilusión por la escritura, que había quedado un tanto desinflada después de la novela y sus vicisitudes (nada bueno podía salir de embarcarse con tan mala mar en busca de Elora. Los augurios no eran propicios y, aun así, quisimos llegar hasta ella dejándonos arrastrar por corrientes que solo trajeron dolor y sufrimiento. Pero ella sigue esperando, insustancial y eterna. No desesperes, quizá la brújula de Caronte nos ayude a encontrar nuevas rutas hacia ti).

"El pasajero de Atenea" es un cuento de ciencia ficción sobre uno de mis temas favoritos, las inteligencias artificiales y sus consciencias, que no tienen por qué parecerse a lo que nosotros entendemos por consciencia para ser algo también real. El germen de la historia fue un cuento muy breve para el taller de Juan Bas. Tras una profunda reescritura, que solo dejó del original la idea de la misma Atenea y poco más, la historia creció y ganó en profundidad. Ya hablaré más adelante sobre los temas que desarrollo en el cuento. Ahora, de momento, es mejor que hable por sí mismo. Ya habrá tiempo para todo. No tanto tiempo como el que Atenea dispone para sus cosillas, pero tampoco nos vamos a quejar.

En fin, ya está bien de mirar al pasado. Quedan por contar los asuntos de la Croketa, pero es justo que esos tengan sus propias aventuras lejos de los mares por los que nos lleva Caronte. Pero todo es susceptible de cambiar. 

De momento, la brújula de Caronte apunta al futuro, su aguja empujada por los fuertes campos magnéticos de la Estigia. Para una vez que apunta hacia algo con claridad, hay que hacerle caso. ¡Barquero! Dale fuerte hacia adelante. No mires a los lados, que todavía no tenemos ganas de tocar tierra. Hay mucho océano que surcar.


domingo, 5 de noviembre de 2023

Molinos de viento, relato finalista del certamen de la TerBi 2022


 Con el relato "Molinos de viento" volví a quedar finalista en el certamen de relato temático de la TerBi del año 2022, como ya pasó años atrás con el "Coyotes y Centauros" (ver entrada en el blog). El ganador fue Víctor Conde, escritor veterano y conocido en el mundillo. El tema en cuestión del certamen era "Arqueología galáctica". Me divertí mucho escribiendo esta historia, y fue una sorpresa y una alegría que quedara finalista. Me lo pasé tan bien y me cayeron tan bien los personajes que ahora estoy reescribiendo la misma historia pero en formato más largo (de novela corta), que será también la primera de una serie de novelas ambientadas —chan chan chan— en la Caronte (nótese el título del blog, paro los despistados).

La historia en sí tiene una estructura rara para un relato de concurso. Está estructurada en capítulos cortos (el total del cuento es de 8000 palabras, así que tienen que ser muy cortos). Cada capítulo está contado en tercera persona desde el punto de vista de uno de los tres personajes principales. La secuencia de puntos de vista es fija (primero Adela, luego Dido, por último Wilson, y vuelta a empezar). Esto en principio estaba motivado por ofrecer distintos puntos de vista para tratar de explicar mejor una sociedad compleja como la carontiana, pero a la larga se convirtió en un estímulo para la escritura, algo parecido a lo que hacen en el Oulipo: la restricción de que el punto de vista para explicar la parte de trama que tocaba era uno concreto, obligaba a reformular escenas y a complicar el argumento.

La locura de la trama, que ya sé que es bastante desquiciada, así como el estilo, que es más suelto y ligero que lo que me suele salir otras veces, vino influenciada por la lectura, poco antes de escribir, de las novelas cortas "Diamond dogs, Turquoise days" de Alastair Reynolds.

En fin, sin más rollo pongo los enlaces de descarga al fanzine, que está en la sección de archivos de la TerBi (en Facebook...).

- (epub) TerBi-Revista-n17-Febrero-2023-Arqueología-Galáctica-epub

(pdf) TerBi-REvista-n17-Febrero-2023-Arqueología-Galáctica-pdf

sábado, 4 de noviembre de 2023

La noche del lobo-demonio

 Este cuento ("La noche del lobo-demonio") es una historia de fantasía oscura que empezó con una exploración de un concepto de personaje, un arquetipo que suelo utilizar, el de una persona que, aparentemente, lo tiene todo pero que aún así se siente atrapada y rompe con todo. El género está un poco alejado de lo que suelo escribir, y creo que se nota. En cualquier caso, esboza un personaje y un universo que planeo retomar para escribir algo más largo. Cualquier comentadio sobre Senja y sus dramas será bienvenido.

LA NOCHE DEL LOBO-DEMONIO, Juan Luis Muñoz (relato corto, 4990 palabras). 

La cueva no era más que un mordisco en la ladera de la montaña, pero al menos protegía de la lluvia. Al otro lado del umbral la noche más larga, la noche del lobo-demonio, llenaba el bosque de oscuridad y miedo. Senja, sentada de piernas cruzadas sobre la roca desnuda, vio al joven ciervo acercarse cauteloso y entrar en la gruta.

—Vete de aquí. Esta noche el refugio es mío.

El cervatillo giró la cabeza hacia Senja, pero al no ver nada dio unos pasos hacia el interior, se sacudió el agua del pelaje y olfateó el suelo, extrañado de que de la roca no brotara nada que comer.

—No eres muy listo, ¿verdad? No vivirás mucho así: solo, lejos de tu familia y sin huir cuando escuchas una voz misteriosa en la oscuridad de la cueva.

El animal alzó la cabeza. El hocico tembloroso buscaba en el aire pistas para entender qué era lo que pasaba, por qué parecía que tenía que estar asustado cuando allí no había nada que lo amenazara. Luego volvió la cabeza hacia la lluvia y el bosque, como meditando sobre lo complejo que era el mundo.

Senja sacó el cuchillo largo de la vaina y extendió el brazo. Los tatuajes que lo cubrían reaccionaron al movimiento y se reorganizaron, anticipando la violencia. Acercó la punta hasta casi tocar el cuello del animal. Podría degollarlo antes de que hiciera un solo movimiento para esquivarlo, antes de que supiera qué le pasaba. (...)

(relato completo en el enlace de Google Docs)

Hermanas

 "Hermanas", cuento corto, 1716 palabras (J.L, Muñoz, Diciembre 2020, retocado Febrero 2022 para convocatoria de Windumanoth)


Fotografía "Identical twins", Diane Arbus (link)


HERMANAS (leer en Google Docs

Las dos niñas llevaban un rato sentadas en uno de los sofás que delimitaba, a modo de sala de espera sin paredes, una esquina del gran vestíbulo acristalado. Sobre la mesita que tenían enfrente, un holograma del ratón Mickey repetía por tercera vez una secuencia en la que ejecutaba torpes malabarismos con unas naranjas. La primera vez les había hecho gracia, pero ya se habían aburrido. Empezaban a revolverse nerviosas y a buscar a su alrededor algún otro entretenimiento.

La madre tardaba mucho en salir y aquel sitio les daba un poco de miedo. Nada de eso ayudaba a tranquilizarlas, como tampoco lo hacían las miradas reprobatorias de la recepcionista, una rubia de anuncio de champú que se lo debía de tener muy creído, pensaron las niñas, estirada tras el mostrador como si fuera la dueña del edificio. Además, sonreía solo con la boca y sin esforzarse mucho; parecía que se le iba a romper la cara si movía un músculo más de los necesarios.

Una de las niñas, Nuria, miraba a la recepcionista e imitaba su gesto. Cuando la mujer se daba la vuelta para consultar la pantalla que tenía delante, ella le sacaba la lengua y ponía caras feas de monstruo, hasta que la otra volvía a mirarla y la niña recuperaba su imitación de la sonrisa robótica de la mujer.

—¿Qué es el Instituto Michelson-Mendibe-Fraunhoffer? —preguntó a su hermana, repitiendo despacio las sílabas que se leían en el logotipo que cubría la pared que había tras la rubia.

—Parece una clínica como las que salen en las películas. Ya sabes, para que las mamás puedan tener niños.

Silvia había respondido sin levantar la vista de la mesita sobre la que Mickey iniciaba de nuevo su actuación. Acababa de descubrir un pequeño panel en una pata de la mesa y lo estaba manipulando, a ver si podía cambiar la película. Escuchó el exagerado gemido de sorpresa de su hermana Nuria.

—¡Hala! ¿Tú crees que mamá quiere tener más niños? ¿Vamos a tener un hermanito?

Tenía sentido: ellas no tenían padre, solo tenían a mamá. No habían necesitado de un papá para nacer, les decía a regañadientes su madre cuando se ponían muy pesadas con ese tema. Ni tampoco lo tendrían nunca, no les hacía falta para nada; esas eran cosas del pasado. Así que si su mamá quería otro niño, no tendría más remedio que venir a una clínica como aquella.

—No digo que quiera, ni que este sitio sea de esos. Solo digo que parece un lugar así, todo tan blanco y tan limpio y tan luminoso.

Nuria miró a su alrededor, evaluando con nuevos ojos el edificio en que estaban. Era verdad que todo parecía tal y como había descrito su hermana. No se había dado cuenta hasta ese momento. Lo había visto todo, claro, pero no se había parado a pensar en cómo era lo que estaba observando; aquel edificio era tan falso como la sonrisa de la rubia. Ese era el tipo de cosas que hacía su hermana: con apenas un vistazo ya había descubierto todo lo que había de interés en un sitio, se había formado una opinión y podía entonces dedicarse a trastear con terminales informáticas y con otras cosas que le resultaban más interesantes. Mientras, ella perdía el tiempo con payasadas y llamando la atención.

—No sé si quiero un hermanito. Mamá está siempre muy ocupada con su trabajo. Ya no nos obliga a hacer los deberes, ni nos regaña. Y está siempre enfadada. Me parece que al hermanito tendremos que cuidarlo nosotras.

Nuria alternaba su discurso con las muecas a la recepcionista. Sus palabras sonaban raras cuando las pronunciaba a través de la sonrisa falsa. Era curiosa esa sensación, la de reírse pero al mismo tiempo estar pensando cosas feas. Sospechaba que era algo que los adultos hacían mucho.

—No te adelantes, todavía no sabemos qué es este sitio. Además, lo que pasa es que para mamá ya somos mayores, no tiene que estar preocupada por nosotras cada rato. No es que no nos preste atención porque ya no nos quiera.

—¿Tú crees que ya no nos quiere?

—Yo no he dicho eso.

—Sí lo has dicho.

Silvia no contestó a su hermana. Continuó manipulando el panel de control de la mesita, atenta a los caracteres que aparecían en la pequeña pantalla. Ahora que había descubierto el efecto de cada botoncito, le resultó fácil progresar por los menús de configuración. Claro que su mamá las quería, lo que pasaba era que ella misma, su madre, no se quería mucho a sí misma. No se comprendía y estaba hecha un lío. Pero no podía aparentarlo delante de sus hijas, porque eso es lo que hacen los mayores. Ojalá las personas tuvieran un panel de configuración como los proyectores holográficos, así se podría cambiar lo que les pasara por la cabeza con solo pulsar unos botones.

—A ver, creo que con esto puedo cambiar la animación.

La figura tridimensional del ratón desapareció y en su lugar apareció una terminal holográfica convencional, con el panel para conectarse a la red. En la portada, el mismo logotipo que veían por todo el edificio se desplegó ante ellas con una vistosa presentación, a la vez que una musiquilla tétrica, como de órgano de iglesia, empezó a oírse por todo el vestíbulo.

—¡No podéis tocar eso!

La rubia estirada abandonó su trono tras el mostrador para dirigirse hacia ellas con pasos rápidos y nerviosos. El grito primero, y el eco de los tacones sobre las baldosas del suelo después, dejaron a las niñas asustadas y sentadas muy quietas en el sofá. 

—¡No podéis tocar nada! No sé cómo os han podido dejar aquí solas, sin nadie que os vigile.

—Somos mayores, no necesitamos niñera —aventuró Silvia.

—¡Sois unos monstruos y unas maleducadas, no deberíais estar sin vigilancia!

Con un gesto brusco tocó unos botones en el panel de control. El proyector holográfico enmudeció y las niñas se quedaron contemplando la mesa vacía. La rubia gruñona volvió a su puesto.

—¿Por qué se ha enfadado tanto, Silvia?

—No lo sé, pero no me gusta.

—Nos ha llamado monstruos.

—Ella sí que es un monstruo, con esas tetas tan apretadas que parece que se le van a estallar.

—¡Hala!

Nuria se tapó la boca para amortiguar la carcajada. ¡Qué salidas tan graciosas tenía Silvia! Parecía tan seria, pero luego soltaba cada cosa… Adoraba a su hermana gemela.

La rubia las miró con gesto enfadado, pero antes de que pudiera regañarlas de nuevo se abrió una puerta y apareció por fin la madre, acompañada de otras tres personas, dos mujeres y un hombre. Vestían batas tan blancas y luminosas como todo lo demás en aquel extraño lugar. Caminaron hacia las niñas. Sus sonrisas eran también de las de ojos apagados, como la de la rubia. La madre no sonreía, al contrario: estaba muy seria. Nuria agarró con su mano derecha la izquierda de su hermana, que la apretó con fuerza, cada una era el único refugio de la otra.

El hombre de la bata blanca consultó una tableta digital y se acercó a ellas.

—Tú eres Silvia, ¿verdad? Te vienes conmigo. Nuria, acompaña a las doctoras por ese pasillo.

—¡No! ¿Por qué? Mamá, ¿qué pasa?

Las niñas hablaron a la vez. Miraban a su madre, que permanecía unos pasos alejada del grupo, la cara inexpresiva y ausente.

—No me fastidies que están todavía activas —el hombre bufó y tecleó algo en la tableta.

De repente, Nuria no podía moverse. Trató de girar la cabeza para mirar a su madre o a su hermana, luego trató de hablar, de gritar, de llorar, pero no consiguió nada, ni un sonido salió de su boca, que se había quedado medio abierta. Tras el grupo de batas blancas, a un lado de su campo de visión estaba el vestido rojo de la rubia de la recepción. Ahora sí que los ojos acompañaban a la sonrisa, sonrisa de bruja mala. Intentó sacarle la lengua, pero siguió sin mover ni un músculo. Se preguntó si todavía respiraba o si le latía el corazón, porque no lo notaba.

—Su caso es muy extraño, señora. Las dos están fabricadas con la misma matriz. El temperamento debería ser idéntico.

—Pues una ha resultado ser alegre, aunque un poco respondona, y la otra es muy seria e introvertida, no me divierte nada.

¿Esa había sido la voz de su madre? Silvia no estaba segura, había sonado muy rara, neutra. Reconocía la voz, pero no la identificaba con nada propio. ¿Qué les había hecho el tipo de la bata blanca? ¿Cómo era que podía controlarlas así? 

—No son mascotas, señora. No tienen que hacer trucos, son inteligencias independientes.

—Me da igual. Están en garantía, ¿no? Además, cuchichean mucho entre ellas. Parece que me estén juzgando todo el rato, no me gusta. Me quedo solo con una.

¿Cómo que solo con una? ¿Qué estaba diciendo mamá?

—En fin, es su dinero. Borraremos la memoria de la otra para que no tenga recuerdos de una hermana. Silvia, tú sígueme. Nuria, acompaña a las doctoras por ese pasillo.

Silvia comenzó a caminar hacia el hombre. No quería, toda su voluntad se centraba ahora en no moverse, en quedarse muy quieta, junto a su hermana. Pero su voluntad ya no contaba. 

Al dar el segundo paso notó cómo el brazo izquierdo se le extendía y, después, cómo algo tiraba de él y le impedía moverse: seguía sujetando la mano de su hermana, los dedos entrelazados, el único contacto con su realidad, con su mundo.

—¡Pero bueno! ¿Esto qué es? ¡Soltad las manos inmediatamente!

Pero no se soltaron. 

Nuria había quedado mirando a su madre. Había empezado a caminar en dirección a las dos doctoras, movida por unas piernas que no sentía y que no podía controlar. Apenas había dado dos pasitos cuando algo impidió su avance y había hecho que se girara. El tirón en la mano derecha la había dejado mirando a la que hasta unos segundos atrás había considerado su madre, que ahora le parecía solo una carcasa vacía, un mueble, alguien a quien no reconocía ni de su misma especie. 

Silvia, su hermana, continuaba sujetando la mano. Nunca dejaría que se separaran. Sabía que ella no la soltaría, que nunca nadie podría hacer que se soltaran.


viernes, 3 de noviembre de 2023

Un nuevo comienzo - La brújula de Caronte

Voy a reiniciar este blog. Dudaba entre hacer uno nuevo o continuar con este, pero no voy a renegar de mi pasado por muy poco lustroso que sea. Desde la última entrada (¡Julio de 2020!) ha habido bastantes novedades en narrativa: una novela que a punto estuvo de ser publicada (igual es mejor que se quedara en casi), varios relatos finalistas de concursos y alguno que me ha dado muchas alegrías. 

En cuanto a talleres, el de 2021 con Juan Bas fue muy productivo. De él salieron las semillas de relatos que han tenido segundas vidas muy sugerentes (en transbordadores phantasticos y planetas croketas...).

Después de eso, una nueva aventura en el certamen de la TerBi, una que promete acompañarme en muchos viajes por el vacío del espacio. 

Pero ya habrá tiempo de hablar de todo eso. Ahora es mejor dejarnos llevar por la brújula de Caronte, a ver qué procelosos mares nos hace atravesar.